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sábado, 6 de noviembre de 2010

El bosque de las trampas


N
os fuimos por el lado del bosque que nos dijo Caz y caminamos sin descanso, yo no aguantaba más, necesitaba reposar las piernas pero July creo que no, ella iba canturreando una música extraña mientras bailaba. Se hacía de noche y la humedad de los pequeños arroyos y charcos de agua provocaba una calor enorme, me quité la camisa y seguí andando cómo podía y entonces July se paró y por fin dijo lo que yo quería oír:

         - ¿Por qué no nos paramos a dormir para recuperar fuerzas?

         - Sí, por favor.

         Lo malo a la hora de dormir era que no llevábamos sacos de dormir y nos tuvimos que hacer nuestras propias camas. July cogió unos palos gordos y largos, después una hoja de una palmera, luego unos palos finos que se podían manipular con facilidad y empezó a hacer su cama, escogió dos árboles y ató en una de las ramas de un árbol los extremos de la mitad los palos pequeños y en el otro árbol hizo lo mismo, después ató el otro extremo de los palos a la hoja de la palmera, y por último utilizó los palos largos y gordos para ponerlos debajo de la cama para cuando los palos finos se desataran, en cambio yo cavé un gran agujero, puse unas hojas en el y me dormí.

         Al día siguiente me desperté con un gran dolor de espalda y mojado a causa del rocío (una pequeña lluvia que sucede por la noche),  me lavé la cara con las hojas húmedas que había alrededor de mi cama e hice unos ejercicios de estiramiento. July se había levantado hace tiempo para ir a correr, cuando terminé mis ejercicios ella vino a descansar un rato para luego seguir andando. Cuando pasaron veinte minutos nos pusimos en marcha para irnos pero antes cogí mi bolsa con las armas que había traído de Shunsine. Estuve hablando con July sobre el bosque porque me parecía un poco peligroso pero ella dijo que era un lugar silencioso y apacible y después de esas palabras un gran agujero se abrió debajo de mis pies y cuando estaba a punto de llegar al suelo de aquel agujero me agarré una cuerda que mi fiel amiga July había tirado para poder subir a la superficie pero justo en ese instante la cuerda se rompió y caí los pocos centímetros que quedaban para llegar al fondo. Esperé sentado en el frío y fandangoso suelo mientras July se le ocurría algo para liberarme. Estaba muerto de hambre y unos pequeños bichitos se me estaban subiendo por la pierna, no me atreví ni a mirar porque odio los bichos. Cuando notaba unas cosquillas por la espalda July me tiró una cuerda con un tronco al final para que me sentara al subir. Me levanté, quité todos los bichos de mi cuerpo y me senté en el tronco, cuando llegué a la superficie una ola de aire caliente y húmedo me sacudió la cabeza.


         Seguimos andando entre las sombras de los árboles y arbustos del inmenso bosque pero de repente un cuerda agarra del pie a July y la eleva hacía una rama, menos mal que ella llevaba una navaja en su bota pero no lo encontró, se le cayó al subir, intenté buscarlo pero ni rastro entonces mi mirada observó un pequeño árbol que en el tronco se encontraba una navaja de color carmesí, la de July, fui corriendo a recuperarla pero tropecé con una raíz y perdí el conocimiento, cuando me desperté me encontraba agarrado por las ramas del pequeño árbol pero ya no era tan pequeño, había crecido mientras estaba inconsciente, al lado mía se encontraba la navaja intente conseguirla pero mi esfuerzo no era el suficiente como para alcanzarla, miré a July o mejor dicho al sitio donde estaba, ¡había desaparecido!, intenté bajar la mirada pero no podía, las ramas del árbol me lo impedían.

         -¡Eh, monstruo verde, estoy aquí!- gritó July.
        
         El árbol empezó a caminar o dicho de otra manera, a trotar. Perseguía a July hacía un gran acantilado y justo cuando quedaban unos pocos metros para llegar July había desaparecido otra vez.

         -Shhhh, no hables, intentaré sacarte de aquí.

         July empezó a cortar rápidamente las ramas, cuando terminó el árbol empezó a caer, yo y July corrimos hasta la piernas del árbol y saltamos hacía tierra firme.

         -¡Por fin hemos llegado! Delante de ti está el acantilado que nos había dicho Caz.